LOS BETUNEROS
- Mariuxi Lozano.
- 15 feb 2016
- 3 Min. de lectura
REPORTAJE
LOS BENTUNEROS UN HISTÓRICO OFICIÓ
Caminaba por el parque seminario de la ciudad de Guayaquil y de pronto capto mi atención una pequeña plataforma de estructura metálica con una silla algo desgastada, para que los clientes que llegaban a lustrarse el calzado estén cómodos y protegidos del sol, pero la tolda que cubría la estructura y además hacia publicidad a un conocido diario del país estaba en mal estado parece que los lustra botas o comúnmente llamados betuneros también son parte de la regeneración de la urbe porteña.

Un cuidador de carros narraba un poco de la historia de aquellos betuneros que los abuelos contaban cuando pasaban por las principales calles.. O los más refinados y antiguos barrios de la ciudad con un peculiar y desafinado grito “se limmpian zapatos”. Aquel vigilante de carros con un rostro desarreglado rascándose su barba de algunos días sin afeitar mientras esperaba por sus recuerdos decidió contar lo que él había vivido, y describía todo de una manera irónica.
Este legendario cuidador de carros afirmaba que en su época de estudiante la paga por cada lustrada de zapatos era de 4 o 5 reales, y seguía recordando cuando lanzo otra cantidad de 1 sucre hasta que llego al tan ansiado dólar donde según su relato cuenta que está entre los 0.25 o 0.50 ctvs, y asi mientras esperaba por sus recuerdos, en la otra esquina del parque seminario se encontraba un anciano betunero quien se desempeñaba en este histórico oficio.
El betunero lustra botas un legendario trabajo que no pasara desapercibido jamás y que será recordado por ser un buen oyente, un buen guía o una persona en quien confiamos nuestra charla matinal o nuestro culminar de día, el siempre estará atento a escucharnos sin conocernos y todo esto mientras realiza su trabajo… el betunero de antaño o el betunero de hoy solo nos deja un rastro de aquellas personas que quieren salir adelante con trabajo, sacrificio y pundonor.

Una vez que el cliente se acomoda, el pequeño cajón se abre para sacar los materiales necesarios. Unas manos manchadas de betún se apuran en limpiar, cepillar, entintar y abrillantar mientras el oficinista se entretiene con las noticias de Diario La Hora. El proceso demora cinco minutos y unos zapatos brillantes se marchan por la calle García Moreno. Luis Oswaldo Gálvez ha observado esta escena durante 55 años, varias veces al día, porque las columnas del Palacio Arzobispal, en la Plaza Grande son el lugar donde instala su silla y cajón de betunero.
‘Manuel’, un compañero suyo no quiere decir la cifra exacta, pero comenta que lleva varios años lustrando zapatos frente al Palacio de Gobierno. Para él no existen días libres y por eso ha sido testigo del ‘ir y venir de la ciudad’, entre otras cosas, por ejemplo, un sinnúmero de manifestaciones, protestas y derrocamientos presidenciales.
“Con cada presidente es igual, con Abdalá (Bucaram), Jamil (Mahuad) o Lucio (Gutiérrez) la gente se congregaba en este sitio y a nosotros sólo nos queda observar”, explica Manuel.
Desde su puesto se observa claramente el balcón presidencial y, haciendo memoria, Manuel explica que “el presidente que no salía nunca era (Alfredo) Palacio, parecía que vivía escondido. Pero Correa sale a cada rato”, comenta.
Miguel Ángel Yungan lleva 24 años trabajando en el lugar y para él, lo peor de cada protesta es cómo quedo la Plaza después. “Una vez que se van, dejan las plantitas destrozadas y la basura por todos lados, al menos ahora ya no lanzan bombas aquí como hacían antes”.





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